El triunfo del centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones presidenciales de México no significará un cambio brusco en el rumbo político y económico del país. Después de dos intentos frustrados en 2006 y 2012, el ex alcalde de la ciudad de México se impuso en los comicios con una propuesta moderada. El programa del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) -la fuerza que lideró la coalición electoral triunfante-, dista de ser equiparado a los diferentes partidos y coaliciones de izquierda que llegaron al poder por la vía electoral en varios países de América latina en las últimas décadas: no se propone nacionalizar ningún sector estratégico, ni siquiera el energético, ni llevar a cabo reformas políticas que descentralicen el poder estatal hacia órganos alejados de la democracia representativa.
El proyecto de nación de Morena incluye puntos que pueden leerse como de continuidad con los gobiernos del PRI y del PAN, sobre todo en el plano de lo económico, incluyendo la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá. Pero también ha sabido identificar qué demandas populares son las que unifican, de manera transversal a la mayoría de la población: erradicar la corrupción y sosegar la violencia política y social.
El apoyo a AMLO abarca desde multimillonarios que forman parte de la lista de Forbes de los hombres más ricos (como Ricardo Salinas Pliego, dueño de Tv Azteca), líderes sindicales (como Napoleón Gómez Urrutia, presidente del poderoso sindicato de mineros y metalúrgicos) e intelectuales ligados a la izquierda bolivariana (como el escritor Paco Ignacio Taibo II), entre otros.
Es clave el apoyo que recibió del Consejo Mexicano de Negocios y el Consejo Coordinador Empresarial, que incluye empresarios como Alejandro Ramírez, de Cinépolis; German Larrea, de Grupo México; Emilio Azcárraga Jean, de Grupo Televisa; y Claudio González, de Kimberly-Clark, entre otros.
Incluso Carlos Slim, el empresario más poderoso del país y dueño de América Móvil, ya tendió puentes con el ahora presidente. Más allá de discusiones coyunturales –como la oposición de AMLO a construir un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México, un proyecto detrás del cual está Slim- la relación entre ambos se remonta a cuando López Obrador fue alcalde de la capital. Bajo su mandato, las empresas de Slim fueron las principales beneficiarias del proyecto de recuperación del casco histórico de la Ciudad.
Slim ha tenido además puntos de contactos con la visión de AMLO en cuanto a la defensa del mercado interno, entre otras posturas sobre lo económico.
Pero al margen de postulados, la expectativa del magnate está en la posibilidad deslizada por varios medios, de que en un gobierno de AMLO se permita a América Móvil ingresar al mercado de televisión, dominado ampliamente por Grupo Televisa, tanto en TV abierta como en TV paga.
Por el momento, no hay muchas definiciones. Javier Jiménez Espriú, a quien López Obrador tiene como titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte, adelantó algunas propuestas para el sector TIC: impulsar la banda ancha, dar incentivos a la industria, promover las redes de nueva generación, impulsar un programa de alfabetización digital y desarrollar una política de datos abiertos, entre otros.
Junto a Jiménez Espriú figura Abel Hibert en la primera línea de asesores en materia económica y de TIC. Hibert, que ocupó cargos en Telmex y también en la Comisión Federal de Telecomunicaciones, predecesora del IFT, es defensor de la reforma en el sector efectuada por el actual presidente Enrique Peña Nieto. Para quien probablemente sea Subsecretario de Comunicaciones, el próximo sexenio se caracterizará por el despliegue de la convergencia digital, con redes de múltiple play y competencia plena, con América Móvil compitiendo sin restricciones.