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martes 27 de agosto de 2019

Satélites LEO: El modelo de negocio no cierra pero los proyectos movilizan a toda la industria

Para 2021 se espera la oferta de servicios comerciales de nuevas constelaciones en órbita baja, que llegan hasta los 12.000 artefactos en el caso de Amazon, la iniciativa de mayor envergadura. Prometen como atractivo una menor latencia, aunque prevalecen incógnitas regulatorias y de mercado.

El lanzamiento de OneWeb en febrero de 2019 - Crédito: OneWeb
El lanzamiento de OneWeb en febrero de 2019 - Crédito: OneWeb

A una distancia de entre 300 y 1.200 kilómetros de la Tierra, en la órbita baja o LEO (por sus siglas en inglés, Low Earth Orbit), funcionan actualmente unos 1.500 satélites, entre las flotas que primero ocuparon ese espacio para servicios de telecomunicaciones –Iridium, Globalstar, Orbcomm, desde la década de 1990-, artefactos para observación y fines científicos, y las primeras incursiones de los grandes proyectos de constelaciones. La industria hoy está volcada a las promesas de LEO, y toda la cadena de valor analiza cómo transformarse para flotas de numerosos satélites, girando alrededor del planeta y con cobertura global.

OneWeb, Amazon y Space X crearon –en parte- esta enorme expectativa por el tamaño de sus constelaciones. OneWeb ya reunió US$ 3.400 millones en financiamiento de inversores como SoftBank, Grupo Salinas, Qualcomm, Virgin Group, Coca-Cola y Airbus para su flota de 648 satélites, de los cuales seis están en órbita desde febrero pasado: en los primeros testeos, lograron ofrecer un acceso de banda ancha de 400 megabits por segundo y una latencia de 30 milisegundos. Space X, propiedad de Elon Musk, solicitó ante la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) estadounidense permiso para 12.000 aparatos: los primeros 60 de la constelación “Starlink” fueron lanzados en mayo y funcionan a modo de prueba, sin comunicación entre sí. En el caso de Amazon, el Proyecto Kuiper prevé una flota de más de 3.200 artefactos para brindar acceso a Internet inicialmente en Estados Unidos, con una primera fase de 578 satélites, aunque sin fechas certeras de lanzamiento.

La misión manifiesta de estas tres grandes iniciativas es brindar acceso a Internet a escala mundial, incluso en áreas desatendidas. Y a una menor latencia: en promedio, en LEO se puede lograr una latencia de 25 a 30 milisegundos (frente a 500 ofrecido hoy por las flotas geoestacionarias). Lo que nadie explica a la par de los anuncios rimbombantes es cómo hacerlo rentable. Fuentes del sector aseguraron a Convergencialatina que el modelo de negocio de estas constelaciones cambió desde la idea original y actualmente es difuso: el foco en personas sin acceso a Internet se trasladó a clientes con mayor ARPU, como cruceros o aviones, en los que la inversión por terminal no es un problema. La rentabilidad de las futuras constelaciones dependerá de cómo se resuelvan múltiples incógnitas en torno a los LEO, y la adaptación de la industria tradicional satelital –compuesta por operadores, lanzadores, fabricantes de satélites y de terminales y equipamiento terrestre-, asentada en la órbita geoestacionaria (GEO), a 36.000 kms de la Tierra.

Entre los operadores “tradicionales” del sector, la canadiense Telesat lleva la delantera en la incursión en la órbita baja, de la mano de su satélite Phase 1 LEO, aunque con una clara cautela. Gerry Nagler, director de Marketing de la firma, explicó a Convergencialatina que Phase 1 LEO es un satélite para demostraciones. Se utiliza para testeos y trials con clientes selectos, sin intención de brindar servicios comerciales. Por ejemplo, en una demo con Vodafone anunciada en mayo, Telesat ofreció backhaul de 5G y logró una latencia de 18 a 40 milisegundos para transmisión de videollamadas, streaming de video en 4K y 8K y navegación web. El artefacto de prueba es el punto de partida de una constelación de 200 satélites, que brindará servicios para 2022.

Por su parte, Intelsat apuesta a una integración de satélites GEO y LEO. Este operador, con la mayor flota con pisada sobre América latina (22 satélites en órbita geoestacionaria), es uno de los inversores fundadores de OneWeb. En diálogo con este medio, fuentes de la compañía aclararon que apuntan a “un sistema que integre las constelaciones GEO y LEO, respaldado por terminales de usuario de modo dual económicos y fáciles de instalar que podrían cambiar fácilmente entre sistemas, impulsados ??por la aplicación del usuario final. También buscamos capturar sinergias basadas en la cobertura complementaria de la flota LEO, servicios polares para nuestros clientes aeronáuticos y marítimos”.

Las incógnitas

El funcionamiento de las flotas en órbita baja –y su impacto en el sector en general- no podrá evaluarse hasta que las constelaciones se lancen al espacio por completo, porque los sistemas necesitan de todos los satélites interconectados entre sí y girando alrededor del mundo para brindar servicios de baja latencia. Hasta el momento los nuevos proyectos están en fase experimental, con sólo partes iniciales de sus constelaciones en órbita. Mientras tanto, otros retos desvelan a los promotores de los negocios en LEO:

Terminales. Para la pata de la industria que mira los satélites desde la Tierra –antenas, terminales, gateways-, el surgimiento de estas nuevas constelaciones implica una verdadera revolución. Las antenas deben ser capaces de seguir a todos los satélites de las flotas y comunicarse con varios a la vez. Se vuelven así más complejas que las antenas existentes para GEO, y su costo hoy supera los US$ 20.000. Para Pablo Mosiul, gerente general de Orbith en Argentina (la firma adquiere capacidad en banda Ka a Hispasat), este costo de terminales sería inviable, comparado con un valor de US$ 200 a US$ 300 que se maneja en el negocio GEO. Si bien la industria asegura que estos valores disminuirán con el volumen prometido por las flotas para LEO, se desconoce cuándo ocurrirá esto, ni cuánto se reducirán los costos.

Regulación. Dada su cobertura global, las constelaciones deberán obtener autorizaciones país por país para brindar servicios. A la complejidad burocrática que esto supone deben sumarse cuestiones geopolíticas: por nombrar un caso, el Servicio de Seguridad Federal de Rusia se opuso a que OneWeb ofreciera acceso a banda ancha en ese país por cuestiones de seguridad nacional.

En lo que concierne a la regulación específica del sector, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) no tiene una posición clara sobre LEO, y ante una solicitud de permiso de lanzamiento de un regulador nacional, sólo verifica los niveles de radiación emitidos. Tampoco está reglamentado el plazo de puesta en órbita de los satélites: en GEO se fijó un plazo de siete años para el uso de una posición orbital, pero para LEO esto no es aplicable, ya que las constelaciones se completan en diversas fases de lanzamiento, y la vida útil de los artefactos es menor. Este punto podría ser resuelto este año durante la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones 2019 en Egipto.

Basura espacial. En la órbita baja se ubica una gran cantidad de desechos de misiones espaciales. Estos fragmentos se mueven a una velocidad de 7 u 8 kilómetros por segundo, y con cada colisión entre sí, producen a su vez nuevos fragmentos. Este efecto en cascada obligará a regular el funcionamiento de los satélites LEO teniendo en cuenta especificaciones sobre vida útil, carga de combustible y otros factores, que no hacen más que sumar costos a la cuenta final.

Costo de mantenimiento. La vida útil de los satélites LEO –de unos cinco años en promedio- es menor a la de los GEO -15 años-. Esto obliga a reemplazos masivos de flotas, por lo que la capacidad de financiamiento de la constelación se vuelve a un factor central.

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