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martes 08 de octubre de 2019

Cambios y evolución en el negocio de las torreras en Argentina

Combinan el clásico negocio de real estate con la provisión de servicios. Para ello agregan el tendido de fibra oscura a sus estructuras. Es una demanda de los operadores y, en algunas ocasiones, de los municipios que autorizan las torres.

El mayor obstáculo para el despliegue es la heterogeneidad de las ordenanzas municipales - Crédito: Enacom
El mayor obstáculo para el despliegue es la heterogeneidad de las ordenanzas municipales - Crédito: Enacom

En el mercado mundial de las torreras, la Argentina es conocida como “el gigante dormido”: un territorio enorme con alta demanda de conectividad que va a necesitar un gran despliegue de antenas. El negocio está en una etapa incipiente con respecto a otros países por tres razones básicas: la situación económica; las trabas municipales a la hora de otorgar permisos y,  finalmente, cierta resistencia de los operadores a tercerizar el despliegue de su infraestructura pasiva.

Este negocio está en pleno cambio. Las torreras combinan el clásico negocio de real estate con la provisión de servicios. Para ello agregan el tendido de fibra oscura a sus estructuras. Es una demanda de los operadores y, en algunas ocasiones, de los municipios que autorizan las torres. Para las empresas, no significa una inversión mucho mayor. Sobre todo porque se registra otra novedad, las torreras evitan comprar los terrenos, ahora lo habitual es alquilarlos. Entonces queda un margen para invertir en fibra.

Nuevos modelos. En la Argentina, A1 Torres y Torresec ya están ampliando el negocio de esta manera. Torresec fue la primera en instalarse en el país, en 2015, y con 350 torres, es una de las mayores torreras. Comenzó a desplegar fibra oscura a pedido de municipios que no podían invertir en fibra óptica. “En lugar de alquilar el sitio, pagamos con fibra”, explicó Cristian Panizzi, su gerente general. Algunos pelos son destinados al municipio y la empresa se reserva una parte de la fibra para comercializarla. En La Matanza tendieron 150 kilómetros de fibra, su obra más grande hasta el momento. Tiene contratos marco con Telecom y Claro.

Además, trabajan para la eléctrica Edes, en el sur de Buenos Aires, Edersa de Río Negro y las transportadoras TransNOA y TransNEA: como las rutas eléctricas son de jurisdicción nacional, no necesitan permisos municipales, aunque las torres están alejadas de las áreas pobladas como para pensar en ofrecer fibra.

Para A1, la fibra es por ahora un negocio complementario que proveen en los últimos 200 metros. El core del negocio sigue siendo el diseño y construcción de torres llave en mano. A1 se gestó hace un año después que el fondo de inversión Alba Capital Partners compró más del 50% de Sidaco Telecomunicaciones, una constructora de torres con 25 años en el mercado nacional. El 90 % de la facturación de la constructora proviene de Telefónica Argentina. El fondo, con capitales estadounidenses y europeos, invertirá US$ 30 millones en cinco años para construir 400 nuevas torres. Ahora A1 instala torres con Sidaco.

A1 empezó con 30 sitios y planea terminar 2019 con 55.Tiene un contrato marco con Telecom, está en negociaciones avanzadas con los otros dos operadores y cerca de cerrar acuerdos con DirecTV. La empresa de TV satelital se está reconfigurando, incluso vendiendo torres. Y la torrera A1 está dispuesta a cerrar adquisiciones.

GME Alliance comparte el diagnóstico de que Argentina es un país grande con una red de infraestructura pasiva deficiente. La torrera, que comenzó como constructora en los Estados Unidos, desembarcó en el país en 2016 de la mano deinversionistas. En 2011 había comenzado su despliegue en Nicaragua y México, y más tarde sumó a Perú y Ecuador, a razón de un mercado nuevo por año. Como todas las empresas del rubro, despliegan a demanda de los operadores. 

Firmó un acuerdo marco con Claro, el primer operador que dejó de instalar torres por su cuenta. Lo siguió Telecom. Y Telefónica en un modelo algo distinto, porque trabaja preferentemente con la torrera Telxius, que es parte del mismo grupo.

GME Alliance despliega en casi todo el país -salvo en la Patagonia-, con fuerte presencia en el NOA y el Litoral.

El modelo es el clásico para todas las torreras. Se construyen sitios a demanda de un operador, que alquila el espacio. Pero se deja lugar libre en las torres para ser ocupado con las celdas de otros operadores.

Por eso, en el ecosistema de las comunicaciones, las torres son la avanzada donde se da, de hecho, la compartición de infraestructura, sólo que a través de un tercero. Es el mejor negocio para todos. Para las torreras, el retorno por la inversión se multiplica. Para los operadores, el costo de alquiler disminuye.

American Tower, por ejemplo, se enorgullece de no firmar ningún contrato con exclusividad. “Además, podemos facilitar el diálogo entre operadores, que a veces es complicado”, afirmó su directora de Legales y Relaciones Públicas, Josefina Hernández. La empresa llegó al país a fines de 2016, cuando compró Comunicaciones y Consumos y se hizo con más de 1.000 sitios y 2.500 kilómetros de fibra óptica.

Phoenix Tower factura alrededor de US$ 150 millones en el mundo. Es una de las torreras multinacionales que ingresó al país, junto a American Tower, Argentina Telecom Infraestructure Solutions (ATIS) y SBA. La firma de origen estadounidense posee 6.000 torres, 986 kilómetros de fibra óptica y más de 80.000 unidades de infraestructura inalámbrica en Estados Unidos, Centro América, Colombia, Perú y Ecuador.

En la Argentina, Phoenix tienen unas 40 torres y su plan es llegar a las 300 en los próximos 2 a 3 años. Phoenix basa su crecimiento en adquisiciones de desarollistas, integradores y de los operadores por medio de “sale leaseback”, explicó Chris Carraway, director de Ventas para Latinoamérica.

Dificultades. Más allá de las diferencias en el volumen de negocios y en el modelo, las torreras coinciden en algo: el mayor obstáculo para el despliegue es la heterogeneidad de las ordenanzas municipales, con tasas impositivas que llegan a abortar algunos proyectos. Como los municipios tienen autonomía, pueden negar el permiso para instalar una torre. A eso se suman las tasas de habilitación y de inspección, tributos anuales que no existen en otros países de la región.

Las torreras estiman que un tercio de esas normas fueron redactadas antes de que existiera la tecnología 3G. Hace unos dos años comenzaron a aggiornarse. En ese sentido, destacan que Lomas de Zamora o La Plata tienen una normativa ágil. En cambio, municipios como José C. Paz o Chascomús manejan tasas de entre US$ 10.300 y US$ 13.800 que vuelven casi imposible la inversión, afirman. 

Las empresas con una raíz local más desarrollada se sienten en superioridad  frente a las internacionales. “Entendemos la idiosincrasia de la política argentina”, aseguran en A1. Para autorizar sus emprendimientos, Phoenix contrata a desarrolladores locales. El tiempo y el gasto en la gestión de los permisos se vuelve un elemento importante del presupuesto en este negocio.

Los empresarios ven con buenos ojos la decisión de la Corte Suprema, que en julio pasado anuló la ordenanza que disponía el traslado de una antena de telefonía en General Güemes, Salta. Creen que sentó un buen precedente. En cambio, dudan de la eficacia de la resolución 2537/2019 del Enacom. Si bien ahora se reconoce a las torreras como operadores de infraestructura pasiva –así pueden presentar los trámites en su nombre y no en el de un operador-, no creen que sirva demasiado tener el certificado correspondiente –que, por otro lado, reclamaban desde hace meses.

En este panorama, la mejor estrategia parece ser convertirse en socios de los municipios: ofrecerles fibra, o cámaras o iluminación en las torres para darle un atractivo o incentivo  al  otorgamiento de permisos.

Los operadores no parecen dispuestos a encarar una campaña evangelizadora sobre la importancia de tener conectividad –además de reafirmar que las emisiones no provocan ningún daño a la salud. Y el regulador no la cree necesaria. Así, queda en manos de las torreras la función de convencer municipio por municipio.

Lo que queda claro es que la necesidad de instalar antenas va a ser creciente. Aunque a medida que avanza la tecnología, las estructuras van disminuyendo de tamaño. Los usuarios demandan cada vez mayores cantidades de data y los operadores necesitan desplegar infraestructura para satisfacer esa demanda: más y mejor transmisión y una mayor capilaridad de fibra que ofrezca más capacidad, velocidad y menos latencia.

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