Hace unos meses la actual presidenta provisional Jeannine Añez declinó su candidatura - Crédito: Presidencia Bolivia

En un clima enrarecido por las amenazas de violencia, presiones a candidatos para que no se presenten y las restricciones relacionadas con la pandemia de coronavirus, Bolivia irá a elecciones presidenciales el próximo domingo 18. Intentará así recuperar su tránsito hacia la normalidad perdida hace un año atrás, cuando las denuncias de fraude en las elecciones derivaron en la renuncia de Evo Morales como presidente..

En esta oportunidad, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales estará representado por su ex ministro de Economía, Luis Arce, mientras que su principal oponente será el ex presidente Carlos Mesa, como candidato del partido Comunidad Ciudadana.

Según las últimas encuestas, la proyección de votos le otorgaría a Arce entre el 42% y el 43%, mientras que a Mesa el nivel sería de algo más del 34%. El tercero sería el candidato de la alianza Creemos, Luis Fernando Camacho, que llegaría al 17% de los votos.

Este balance se presenta inestable ya que existe la posibilidad que no haya segunda vuelta debido a que la ley electoral boliviana determina que para proclamarse presidente y vicepresidente, un candidato tendrá que obtener más del 50% de los votos válidos emitidos, o en su defecto un mínimo del 40% de esos votos y una diferencia de al menos el 10% sobre la segunda candidatura más votada.

De esta forma, el MAS se encontraría a menos de dos puntos porcentuales de ganar en primera vuelta, considerada la única oportunidad para triunfar, ya que todas las encuestas coinciden en señalar que en el caso de una segunda vuelta (prevista para el 29 de noviembre) el seguro vencedor sería Carlos Mesa. Esa pequeña diferencia necesaria para ganar en primera vuelta, hizo que el MAS centrara bastantes esfuerzos en captar los votos de los bolivianos en el extranjero, especialmente en Argentina, que conforman el 3% del padrón general.

Esta situación ha llevado a los opositores a un retorno de Morales al poder, a tratar de bajar candidaturas a los efectos de no dispersar el voto y asegurar una segunda vuelta que en la actualidad se presenta como un interrogante.

Hace unos meses la actual presidenta provisional del país, Jeannine Añez, declinó su candidatura y posteriormente también lo hizo la candidata del partido ADN, María de la Cruz Bayá. En estos días las fuertes presiones llevaron a que también decline su postulación el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, representante de la alianza Libre 21.

Sin embargo, la cuestión de los renunciamientos no se presenta fácil en el caso de Camacho, ya que en los últimos días recrudecieron los pedidos para que baje su candidatura pero él y sus aliados han respondido con la más profunda negativa. En realidad, Camacho sabe que tiene la “llave” de las elecciones y juega con la posibilidad de poder establecer condiciones en el caso de una segunda vuelta. Por ahora, en su campaña presidencial, no se cansa de señalar que Morales y Mesa negociarán un acuerdo en el futuro.

Mientras tanto, Bolivia se debate con escasos elementos en su lucha contra el Covid-19, donde ya supera los 138.500 casos y más de 8.300 fallecidos y con la necesidad de abrir su desfalleciente economía, sustentada principalmente en los micro y pequeños emprendimientos. A ello deben sumarse los diversos incendios desatados en gran parte de su territorio, lo cual diagrama un espectáculo desalentador para las nuevas autoridades que salgan triunfantes en esta elección. También debe agregarse un gobierno provisional en retirada que en los últimos meses vio bloqueadas sus principales iniciativas en un Congreso dominado por el MAS.