Después de pasar años ayudando a que las empresas privadas de tecnología crecieran al punto de convertirse en actores globales de peso, el régimen chino resolvió ajustar cuentas con los monstruos que creó porque estaban generando problemas dentro del propio territorio. El golpe ha siginificado una destrucción de valor de 1,2 billones de dólares en todos los mercados en los que están presentes esas firmas, según un cálculo del banco de inversión Goldman Sachs. Y la cuenta sigue creciendo.