Algunos análisis recientes confirman a la televisión satelital (DTH) como una tecnología que continuará creciendo en América Latina. Hay razones simples de entender en estas proyecciones favorables: las telefónicas encuentran a la televisión satelital como la vía más rápida para alcanzar sin limitaciones a todos sus abonados, a los que busca blindar de las seductoras nuevas ofertas existentes en cada uno de los mercados. Telefónica ha apelado al DTH para defender a sus clientes de telefonía en Brasil, haciendo un mix con su adquirido cableoperador TVA y MMDS. La empresa, que también brinda DTH en Chile y Colombia, tiene planes para su lanzamiento en Argentina, en tanto define qué modelo implementará en México.
Por su parte, Telmex se ha decidido por el recurso del DTH en Chile y ahora tiene en la cocina un proyecto para lanzar una oferta en México, según se desprende de la solicitud presentada ante la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de México (SCT) para un permiso para dar TV educativa satelital. El grupo de Carlos Slim no esconde cierta desesperación para lanzarse al ruedo de la televisión cuanto antes en su país de origen. No lo hará por la vía más conveniente sino por cualquiera que encuentre, sea DTH o IPTV. Y la opción más clara en el corto plazo es el DTH, tomando como base la disponibilidad satelital que tendrá con el lanzamiento de un nuevo satélite de su controlada Embratel con pisada en territorio mexicano. Han trascendido que las pruebas realizadas con IPTV todavía no han terminado de convencer a los responsables de los proyectos de televisión.
En México, el DTH en particular también está entre las prioridades de grupos de importancia como Multivisión -de la familia Vargas- y Pegaso, de Burillo Azcárraga. Multivisión necesita hacer pasar a otra escala al MMDS, negocio en el que es líder indiscutido, acotado ya y en peligro de caerse por el incremento de las ofertas destinadas a familias de medianos y bajos recursos, el target en el que ha basado su éxito la oferta de los Vargas. Con Pegaso es lógico el interés de Intelsat, su asociado en la tierra azteca.
Ahora bien, al ver tantos grupos interesados en los abonados de TV paga, el primer interrogante que aparece es imaginable, ¿México tiene tanto potencial para tamaña cantidad de ofertas DTH, sabiendo que el único grupo vigente, Sky, ha expuesto dificultades para crecer? Y, para colmo, con todo el negocio de la TV por cable revolucionado por la posibilidad del Triple Play y el ingreso de Televisa.
Existen algunos estudios sobre el mercado mexicano que pretenden dar cuenta de un potencial nada menor de crecimiento en el próximo quinquenio. Sin embargo, hay un dato de la realidad que no debería pasar desapercibido: con más de 100 millones de habitantes y con una industria que nació a mediados del siglo pasado, México tiene menos clientes de televisión por suscripción que un país mucho más chico como Argentina y con muchos menos años de actividad en este segmento. Hay un techo -al que no han encontrado como desflorarlo todavía los protagonistas del negocio- construido por la cultura mexicana en el aspecto audiovisual.
El apego a la TV abierta y a un determinado tipo de contenidos del mexicano medio, que desplaza a un plano muy inferior a la multioferta de canales, es el que ha fijado límites hasta ahora. Y nada indica que vaya a suceder un cambio radical de gustos. Allí está el desafío para esta cantidad de ofertas que surgen cada día en México y que lo han convertido en el mercado estrella para los grandes grupos de medios, telefónicas y también para los grupos inversores. Aunque más dramáticamente, algo similar ocurre en Brasil, otro país con gran potencial, pero que tiene a una población muy emparentada con el consumo histórico (TV abierta, telenovelas, contenidos ligeros), del cual es muy difícil sacarla.